Una vez más los árboles
pagan
la insensibilidad humana.
Las casas baratas de BonPastor están ya en el suelo, al menos la gran mayoría de ellas. Se han talado un buen número de árboles para reurbanizar la zona, que ahora es un gran descampado. Algunas de esas talas provocan emociones de tristeza. Se trata de ejemplares de más de 25 metros de altura y 30 metros de diámetro de copa, que han convivido con el barrio durante 90 años, soportando podas drásticas y de realce.
Estos árboles han dado muy
buenas sombras, año tras año haciendo más soportable el verano
para las personas, quizás 80 o 90 veranos, y podrían dar sombra 100
años más si no interviniéramos de manera criminal y definitiva en
sus vidas. Con una ruidosa motosierra tramo a tramo, trozo a trozo el
árbol cae, y sus gruesos troncos se inclinan finalmente empujados
por una enorme grúa que sin piedad lo abate, dejando sus raíces al
aire . El ser humano alza las manos y celebra el triunfo de la
pequeña motosierra sobre el gran árbol silencioso, quedo, que da
lecciones sobre convivencia aportando beneficios al entorno sin pedir
nada a cambio.
Salvarlos no hubiera sido
difícil. Sólo se hubiera tenido que tener en cuenta la arboleda en
la nueva planificación urbanística, edificar a su alrededor para
que esos majestuosos árboles hubieran continuado con su aporte
ambiental y social. Nadie los tuvo en cuenta. Cayeron ante la
ignorancia y la pasividad de quien pudiera haber hecho algo.
En todo caso y tras no haber
podido salvarlos mediante una planificación urbanística adecuada,
se podría haber hecho también alguna cosa. Trasplantarlos a un
lugar donde pudieran volver a intentar la convivencia con lo humano y
después de la inevitable paliza del trasplante volver a
desarrollarse y a ofrecer de nuevo su majestuosa sombra.
De nuevo el ser humano doblega a
la naturaleza y muestra su vertiente más fría y sanguinaria.
Carlos Bernal Lorente
Col·lectiu Malesherbes