“Muertes laborales y siniestralidad: 21 de julio de 2009, 5 bomberos muertos y 1 herido muy grave en Tarragona. 2 trabajadores mueren en Teruel en limpieza de Alcantarillas…23 de julio 1 trabajador de la Construcción en Madrid cae del andamio y muere….1 bombero muere en Zaragoza…
¿Para qué le sirve al trabajador muerto el dolor de su patrón, de las Instituciones, de sus compañeros, de la sociedad?
En estos días, cuando los efectos de una crisis económica, financiera y ecológica -provocada y creada por los empresarios financieros, sus directivos y las empresas multinacionales, con la permisibilidad y legitimación de gobiernos e instituciones mundiales-, se ceba sobre asalariados, trabajadores y ciudadanos, arrebatándoles sus medios de vida, los empleos y sus derechos como ciudadanos, vivienda, rentas, protección social, salta nuevamente a la sociedad, de manera desgraciada, la muerte de las personas trabajadoras por el simple hecho de trabajar. En España mueren 4 trabajadores/as al día, de media.
Son muertes repetidas, bien apagando incendios, bien construyendo casas o bien, limpiando la mierda. Año tras año, mes tras mes, asistimos a análisis “sesudos” de la mayoría de los responsables del bien público y de la salud pública, los cuales “sufren mucho dolor” por los muertos en el trabajo, e inmediatamente, se nos dice que se investigarán las causas y se depurarán responsabilidades.
La sensación de imbéciles que se nos queda (al muerto o la muerta o al lesionado gravemente, le debe dar una risa…) es por el tratamiento del concepto de accidente y salud laboral que utilizan y la hipocresía indecente en la cual se fundamentan, en unas sociedades que, desde el punto de vista del conocimiento y del dominio de la técnica y la tecnología, se encuentran preparadas para prever y evitar el 99,9% de la siniestralidad y la accidentabilidad por el hecho de trabajar.
La zona más deshonesta de la realidad de las muertes laborales, es el fatalismo, pues de esta manera, en las sociedades industriales capitalistas, éste acompaña siempre al accidente de trabajo, quedando impune toda una cadena de responsabilidades y todo el mundo contento.
Se ha instaurado, por quienes vienen obligados por ley, Instituciones Públicas y Empresarios, a velar por nuestra salud y nuestra seguridad, es decir, obligados a preservar nuestras vidas y en condiciones dignas y suficientes, una conciencia social de aceptabilidad del riesgo. Esta aceptabilidad se manifiesta en riesgos múltiples asumidos como consecuencia del qué hacer cotidiano, de la economía, del progreso.
El menosprecio del riesgo cotidiano, precisamente por ser cotidiano y la creencia en la poca probabilidad del riesgo extraordinario, porque sencillamente, el imaginario social conviene que como es extraordinario, se convierte en un mero cálculo de probabilidades si me va a tocar o no, desplaza la explicación del porqué existen riesgos.
No existe política de prevención real, sino se termina con las causas que provocan los accidentes y el daño a la salud. Y la accidentabilidad, la siniestralidad, se encuentra directamente ligada a las condiciones de trabajo y las condiciones del medio donde se desenvuelve el trabajo: industria, campo, servicios, sector marítimo, etc.
Si no se acondiciona el terreno, si no se limpia el monte, si no se invierte en repoblaciones autóctonas en el medio rural, se crean barreras naturales, si se rompe la cadena de equilibrio medioambiental; si no se cualifica a los trabajadores, si sus contratos son temporales, precarios, flexibles hasta la disponibilidad para cualquier cosa y en cualquier momento… si esto no se realiza, no se está haciendo políticas de prevención y, en consecuencia, Instituciones Públicas y Empresarios son los responsables jurídica y socialmente de las muertes de personas asalariadas.
Es mentira la “fatalidad”, como son mentiras las políticas de prevención que no existen. La accidentabilidad y la siniestralidad no son hechos inmutables, al contrario, son una consecuencia de la organización del trabajo y de las condiciones de ese trabajo y el medio en el cual se desarrolla. Si la organización del trabajo corresponde por ley suprema a los Empresarios, ellos son quienes ejecutan o defienden la vida y la salud de millones de personas trabajadoras.
Secretaría de Salud Laboral de CGT Confederal.
Julio 2009