El 18 de marzo de 1971, hoy hace 40 años, el Ayuntamiento de Barcelona abría al público los jardines del Laberint d'Horta, adquiridos por el municipio cuatro años antes. La apertura vino precedida de una intensa reforma, pero quedó pendiente la remodelación del palacio romántico que hay dentro del parque. Y así sigue, pendiente. Hace dos años, una quincena de entidades, con el Col·lectiu Ecologista Agudells a la cabeza, suscribieron un manifiesto reclamando la recuperación del edificio, cuya nave central está apuntalada y en un estado ruinoso. Cayó en saco roto.
Así que tras cuatro décadas como espacio público, el parque sigue marcado por esa cuenta por saldar. El problema es que la cuenta es inasumible. Literalmente: según las estimaciones del ayuntamiento, reformar el palacio costaría entre 15 y 20 millones de euros, explica un portavoz municipal. ¿Qué encarece tanto las obras? Por un lado, el nivel de degradación y la magnitud de la construcción, claro. Por otro, el hecho de tratarse de un edificio catalogado, con lo que lo cualquier reforma debe ceñirse a unos requisitos que disparan los costes, argumenta la misma fuente. Hace 12 años ya se planteó trasladar allí la sede del Institut Municipal de Parcs i Jardins, pero la inversión necesaria fue un obstáculo insalvable. La única parte que sí se ha reformado es el ala derecha. Fue en el marco de la remodelación del parque sufragada en 1994 con fondos de la Unión Europea. Desde entonces, las visitas son de pago -salvo los miércoles y los domingos, cuando el parque se abre a los vecinos- y el ala derecha del palacio acoge el departamento de documentación de Parcs i Jardins, una biblioteca y una escuela de jardinería.
La condición de edificio catalogado no sólo encarece cualquier reforma, sino que también la limita. Por ejemplo, impide cualquier cambio en su distribución. Un cocktail que también ha echado por tierra los intentos del consistorio de buscar algún promotor privado que pudiera estar interesado en situar su sede en un edificio señorial. El ayuntamiento no concreta quiénes fueron los candidatos, pero asegura que entre las entidades a las que se tanteó había desde fundaciones hasta embajadas. Y nada. Ésa es la paradoja: que el palacio sea un edificio protegido dificulta –y hasta la fecha ha hecho imposible- precisamente su conservación.
Así las cosas, los impulsores del manifiesto SOS Laberint d’Horta no pueden evitar la sensación de que todas sus protestas cayeron en saco roto. El presidente del Col·lectiu Agudells, Juli Fontoba, insiste en que el proyecto de reforma debería liderarlo el ayuntamiento, y no un privado, y en la conveniencia de que se trasladara allí parte del Museu d’Història de Barcelona y de que el edificio acogiera también ''un centro de interpretación de Collserola''. En su opinión, el dinero que dejan las visitas –el consistorio cifra en 180.000 las entradas que se venden al año- y los rodajes de películas –allí se filmaron escenas de El Perfume o La ciudad de los prodigios- no ha revertido como debería en la conservación del parque. El Ayuntamiento niega ese extremo e insiste en que todo el dinero de las entradas se gasta en el mantenimiento de los jardines. En cualquier caso, Fontoba tiene asumida la derrota de sus tesis, y dice que de momento se conformaría con que el ayuntamiento se replanteara al menos abrir al público la parte del jardín llamado doméstico, hoy sólo accesible en visitas guiadas, una petición que dice que trasladó al consistorio en diciembre pasado y sobre la que no ha tenido respuesta.
Pero la respuesta es que el consistorio tampoco en esto está por la labor. En el ayuntamiento recuerdan la condición de jardín histórico del parque, insisten en que el jardín doméstico es la parte más delicada y consideran suficiente el grado de accesibilidad actual. Fontoba también tiene réplica para eso: ''También es muy sensible l'Umbracle de la Ciutadella y es visitable. Y además, aquí no hay masificación''.
De la misma opinión es el historiador Desideri Díez, estudioso del parque que los primeros domingos de cada mes ejerce de guía voluntario. Díez también reclama esa apertura del jardín doméstico y lamenta el estado de abandono de la nave central del palacio, la más deteriorada, y que según él debería alojar la sede de Parcs i Jardins, y del ala izquierda, también en desuso y en la que Díez propone que se instale ''un espacio polivalente de cultura, con una sala de exposiciones de pintura, escultura y fotografía y una parte dedicada al mundo de los jardines''. ''También es urgente recuperar el pabellón neoclásico de Domenico Bagutti, que es una delicia, una joya, y que no costaría demasiado'', añade. Y más: Díez pondría hasta ''una cafetería para que se recupere también la plaza central, con estudiantes de música tocando'', emulando las veladas socioculturales que se celebraban en el parque en el siglo XIX.
O sea que ideas no faltan, lo que no llega es la cartera. La actitud del ayuntamiento cuando se le pregunta por las opciones de futuro es un encogimiento de hombros: si sigue sin aparecer ningún privado, y no se otea ninguno en el horizonte, tocará esperar alguna otra oportunidad como la del 94, cuando aquella remodelación parcial del palacio se pagó con una partida europea destinada precisamente a financiar la reforma de jardines históricos.
Article publicat per Ivan Vila en la Vanguardia
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