dijous, 12 de novembre del 2009

Menuda nos espera con lo que firman los "amigos"


Una imagen vale más que mil palabras


Esta foto ilustra la firma del pacto Administracións-sindicatos (CCOO, UGT, CSIF) 2010-2012. Se les ve risueños, y no es para menos. La ministra ve como se impone la “paz social” a cambio de migajas, esto tiene que servir de ejemplo para el resto de sectores, han afirmado. Los sindicatos sonríen, también, y con motivo, con mucho motivo.

Han conseguido más de un millón doscientos mil euros simplemente por negociar, algo sin parangón. Además, CCOO y UGT se garantizan unos suculentos beneficios (exiguas comisiones, dirán ellos) a cuenta del plan de pensiones. Todo esto sin entrar a valorar la financiación a través de la formación impartida por las organizaciones sindicales.

Por si esto fuera poco, este acuerdo ahonda más en un camino ya iniciado, el de la progresiva centralización y burocratización de la negociación colectiva en la Administración General del Estado. Y esto tiene consecuencias negativas para nuestras condiciones de trabajo.

El alejamiento de los centros de negociación-decisión del trabajador de a pie generan, por un lado la “profesionalización” de los negociadores sindicales y de otro (y en consecuencia) la desafección de los empleados de la clase sindical, que ven que se negocia y se decide sin tener en cuenta su parecer (ningún acuerdo ha sido sometido a refrendo del colectivo de empleados).

La ordenación electoral que tenemos, con elecciones interministeriales en la periferia, sirve de excusa a veces para la centralización de la legitimidad para negociar. Es decir, que como ellos no quieren que hayan elecciones por ministerios u organismos no se puede demostrar la representatividad que tenemos algunos sindicatos en algunos organismos y ministerios. ¿Qué solución dan a este problema? Pues que lo de todos solo lo negocien ellos, y encima se presentan a las elecciones con el descaro de decir que solo es útil votarles a ellos no porque defiendan mejor los intereses de los empleados públicos sinó porque son los únicos que “pueden” negociar las cosas.

En resumen, sindicatos que dependen, para seguir viviendo al ritmo y con el volumen que lo hacen, de los ingresos que reciben del Estado: subvenciones varias, formación,… (de su estructura actual, ¿qué podrían financiar con las cuotas que pagan sus afiliados?); sindicatos que se otorgan en exclusiva la capacidad de negociar con el beneplácito del Gobierno, sindicatos que garantizan en todo momento la paz social, que lo más reivindicativo que hacen es concentrar un ratito a sus delegados sindicales; sindicatos que firman acuerdos sin tener en cuenta la opinión de los trabajadores, …

Todo esto huele a sindicalismo vertical. Ya hemos dicho de qué se rien los protagonistas de la foto. Pero, ¿de quien se ríen? De aquellos a los que dicen representar, de todos los empleados públicos.