La gripe porcina está dejando entrever los muchos intereses que se desatan en una crisis de este tipo. Quizá lo que más me llama la atención, porque no lo había notado con tanta fuerza hasta la fecha (aunque quizá sea porque ahora trabajo a fondo estos temas, deformación profesional manda) es el aumento de la mala imagen de la industria farmacéutica. Conste que no me alegro -respeto a los muchos trabajadores honrados que hay en la misma-, en todo caso me da pena. Las conversaciones en la calle, los correos e informaciones que con endiablada velocidad navegan en las procelosas aguas de internet, las llamadas que uno recibe de periodistas para hablar del tema, etc. Pienso que cuando eso que llaman la opinión pública o al menos buena parte de ella suena es que agua lleva. Está claro que alguien no está haciendo los deberes. Es cierto, que es el sector que obtendrá mayor beneficio económico de esta crisis sanitaria global. Pero durante los últimos lustros se han acumulado, en parte de manera inducida y en parte por la coyuntura de este tipo de sucesos, varias enormes crisis que a la par que endiosaban a las farmacétuicas en el olimpo económico del capitalismo global las hundían en el listado de percepción pública. La ciudadanía ha visto muchas cosas sucias y no está por la labor de creerse todo lo que le cuentan a pié juntillas.
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