Eso por abajo, sangre, sudor y lágrimas. En las alturas, para “ellos los líderes”, como reza el preámbulo del Tratado de Lisboa, la cosa pinta fiesta.
Frente a los 65 años como edad legal de jubilación, 35 años de cotización mínima (¡qué joven lo va alcanzar en su puta vida !) y un salario que es la mitad del promedio en la Unión Europea, lo que se lleva entre la clase política es nadar en la abundancia. Diputados y senadores tienen derecho a la pensión máxima con 11 años de mandato (menos de la tercera parte que sus representados), 4.600 euros mensuales de sueldo, dietas, bono-taxi, primas de asistencia (no se penaliza el absentismo) y gastos de locomoción, lo que supuso en los presupuestos de 2007 (a boca de crisis) una subida del 15,20 por ciento (BOE 278, de 14 de julio 2006). Nuestros representantes gozan de excelente salud (parasitaria : unos pocos a costa de otros muchos) crematística, pero además, si se en su carrera hacia el más allá tocan el selecto club del medio centenar largo de cargos del Parlamento Europeo, el salario llega a 13.000 euros al mes de media, más 1.500 por billetes de avión, 14.000 para gastos de oficina y 300 por día de presencia en la eurocámara. Esas fueron las mejoras aprobadas en 2009, en plena crisis y con el paro asolando a muchas familias trabajadoras de la Unión Europea. Y la superclase económica-financiera, la que atizó la crisis con su avaricia especulativa y cleptómana, nos mandó al paro y ahora quiere marcarnos el camino desde la cuna a la tumba, tras padecer una jubilación de perros, es otra que tal baila. El ex vicepresidente de la CEOE, Jiménez Aguilar, en la línea de su patrón-ladrón Díaz Ferrán, cobró 1,9 millones de euros de indemnización, y el ex consejero delegado del BBVA, Juan Ignacio Gorigolzarri, se embolsó otros 53 millones. Los capos de los paracaídas de oro, los compinches del Gobierno, como acaba de demostrar el propio Zapatero en la cumbre de Davos al poner como ejemplo de excelencia al Banco de Santander de su amigo Emilio Botín. La misma entidad financiera que según el último informe del Tribunal de Cuentas puede haber condonado intereses al PSOE por créditos financieros de 20 años de hasta 33 millones de euros. La misma también a quien la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, siendo secretaria de estado de Justicia, “condonó” una partida potencial de 5.000 millones de pesetas “hurtadas” a Hacienda al prohibir a la abogacía del Estado que se personara en un juicio contra el Banco de Santander por el caso de las “primas únicas”. Se veía venir. Tenía que ser la “izquierda civilizada”, el socialismo nacido del laboratorio de la transición neofranquista, quien una vez más metiera en cintura a los trabajadores y engañara a todos los ciudadanos. Del negar la crisis y prometer el pleno empleo en las últimas elecciones, al decretazo de ahora para prolongar la edad de jubilación, recortar las percepciones al aumentar el periodo de cotización y poner en cuarentena las pensiones de las viudas, no hay más que una brusca declaración de principios que algunos aún se niegan a aceptar : la izquierda oficial es el arma secreta del capital para refundarse. Empiezan de buenas y con mejores vibraciones y cuando están empotrados desenfundan sus verdaderas intenciones. Con Felipe González se fue desde la movida madrileña, la generalización de la educación y la sanidad (que hacía posible la gran acumulación de ingresos de nuevo sistema impositivo), los fondos europeos estructurales para invertir en obras públicas y hacer ricas a las empresas amigas, el AVE y la Expo de Sevilla, hasta Filesa, Malesa, Time-Export, el Gal, la precarización laboral como doctrina, la sumisión ante la Iglesia aceptando el Concordato y el rescate de la banca pública quebrada, no sin alcanzar las mayores cotas de paro relativo y de inflación de la historia reciente. Con Rodríguez Zapatero, distinta letra pero idéntica música, la trama ha ido desde “no os defraudaré” de la Guerra de Irak, las positivas reformas cívico-culturales sin calado económico, a la Ley de Partidos, la bicefalia con la gran banca, el culebrón de la Ley de la Memoria Histórica, el acelerón bélico a la guerra de Afganistán, el pago con dinero público de la crisis inmobiliaria-bancaria y automovilística, la directiva de la vergüenza contra la inmigración y la mayor tasa de desempleo en números absolutos. Con una diferencia, a González los sindicatos CCOO y UGT le respondieron con varias huelgas generales, mientras hasta ahora a Zapatero las cúpulas de las centrales ni le tosen. Es la eterna historia. Ganarás el pan con el sudor de tu frente y lo robarás con el de enfrente. Si tienes un gobierno amigo y la pasta está de tu lado. De ahí las mentiras sobre la crisis que nunca existió, los abrazos peronistas con los líderes de CCOO y UGT, el oportunismo electoral del 2008 augurando pleno empleo y el actual indicando que el “pensionazo” no se ejecutará hasta el 2013, al año de las próximas elecciones, la necedad del ministro de Trabajo Celestino Corbacho, afirmando en el Senado hace unos meses que “prolongar la edad de jubilación sería una injusticia”, y en fin, el nombramiento como secretario de Estado de Economía y Hacienda, de José Manuel Campa, uno de los firmantes del Manifiesto de los Cien “Propuesta para la reactivación laboral en España”, de abril de 2009, que propugnaba lo que ahora se ha confirmado como triste realidad. Todo por nuestro propio bien. En nuestro nombre. Como dice la “Propuesta” de Campa y Cía en todos sus enunciados : “para acabar con la dualidad laboral”, “para mejorar la protección de los parados”, “para modernizar la negociación colectiva” y “para aumentar la eficacia de las políticas de empleo”. Y en la norma recién aprobada por el gobierno se justifica el cambio en el cómputo de la pensión de jubilación (en periodos, bases, etc.) para que “no penalice a los trabajadores despedidos al final de subida laboral”. Textual. ¡Qué fue del famoso diálogo social y sus cacareadas virtudes ! Al final, como en el principio, se hizo la luz cegadora y surgió la perenne obediencia debida al Banco de España, al Fondo Monetario Internacional y al Banco Central Europeo. Siconfantes de tres al cuarto, pero duros e insensibles como curtidos matarifes a la hora de desollar la pieza, ni siquiera la devastadora coyuntura social tuerce su mano. Con cerca de un 20 por ciento de paro (el doble de la media en la UE), que en Canarias y Andalucía llega casi al 27 por ciento, unos de los mayores índices de trabajo precario de Europa y otro 20 por ciento de población en situación de pobreza (el destino de muchas viudas tras 2013), ZP, como Aznar en su día con los inmigrantes patera, tenía un problema y lo ha solucionado. Lo demás, no toca. No es la hora de retóricas. Sino del análisis, la acción y la conciencia. De la movilización hacia una marcha verde responsable y democrática que frene en seco la agresión social desatada por el gobierno. Y también es la hora de de denunciar a cuantos, ingenuos o desalmados, se han prestado a crear las condiciones mentales necesarias para este abordaje caníbal. Cúpulas sindicales burocráticas, intelectuales en su torre de marfil, medios de comunicación serviles, tantos y tontos como los que, al igual que la eminente científica Margarita Salas, actuando de telonera menor, firmaban el artículo-sonda “Rentable para Hacienda, bueno para la salud” (El País, 15 de agosto de 2009, página 31) para vendernos la buena nueva de una vida sometida y desdichada. Pero también, y sobre todo, es el momento de la irrupción creativa y solidaria de una sociedad civil dispuesta a impedir que unos pocos usen la puerta giratoria del Estado, regulando y desregulando a su antojo, para volver a aquel mundo-embudo “desagradable, cruel y brutal” enunciado por Hobbes en el Leviatán hace tres siglos.
Rafael Cid
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