En un reciente artículo, mi admirado Vicenç Navarro analizaba el futuro de las pensiones desmintiendo todos los argumentos de quienes, manejando cantidades de dinero inimaginables procedentes de la especulación y de los fondos de inversión globales, se dedican a coaccionar a los gobiernos y a amedrentar a la población con el único objetivo de conseguir la privatización total de la seguridad social, especialmente de las pensiones públicas de los Estados europeos, campaña en la que, como no, colaboran los grandes medios de comunicación.
Estoy de acuerdo en casi todo lo que dice Navarro, sobre todo cuando desmonta una por una las mentiras de los grandes magnates de la especulación, pero hay cosas que no comparto. El modelo que analiza Navarro es el de un sistema económico en crecimiento, por tanto insostenible y depredador, un modelo en el que se da por hecho que las nuevas tecnologías permitirán aumentar la productividad y el PIB de forma constante una vez se haya superado la actual crisis y las que vengan después. Sin embargo, pienso que la realidad es muy otra, y no porque crea que esta crisis será eterna ni que el capitalismo vaya a desmoronarse ni que las nuevas tecnologías no vayan, a medio plazo, a producir incrementos del PIB, sino porque estamos ante un ataque en toda regla de los dueños del dinero, del capitalismo salvaje, contra las conquistas que con tanto esfuerzo consiguieron los obreros a lo largo de los dos últimos siglos, de un ataque que tiene por objetivo final hacer desaparecer al Estado y sustituirlo por un Consejo de Administración del cual todos seremos siervos sin que de momento se atisbe una oposición, una respuesta ciudadana que pueda hacerles desistir de sus propósitos.
Los trabajadores, según estamos viendo, no van a cobrar más, por tanto no van a aportar más a la seguridad social; tampoco se va a producir un reparto del trabajo, como habría sido lógico dados los nuevos medios con que se cuenta, mediante la reducción de la jornada laboral, con lo cual la seguridad social tendrá que pagar subsidios, mientras pueda, a un número creciente de parados: Las nuevas tecnologías podrían haber aumentado la productividad y haber servido para mejorar la calidad de vida de la gente, pero la realidad es que están sirviendo para crear un tremendo ejército de parados. Pongamos un ejemplo sencillo que ustedes pueden extrapolar a cualquier otro sector, en una fábrica de conservas vegetales donde antes trabajaban 800 personas, las nuevas tecnologías han permitido que 20 personas hagan todo el trabajo y produzcan mucho más, llevando al paro a los otros 780 trabajadores. Eso sí, la nómina de ejecutivos, jefes de sección, informáticos y demás se ha incrementado ostensiblemente, pero en ningún caso hasta llegar a la décima parte de los trabajadores que antes tenía esa empresa.
Tenemos que ser conscientes de que estamos ante la mayor revolución tecnológica de la historia. Ese es para mí un hecho indiscutible. Cuando se produjeron las dos anteriores, sirvieron de acicate, ante el número masivo de despidos, para que los trabajadores se movilizaran e iniciaran la historia del movimiento obrero. Pero ante esta, que es la mayor, no reacciona nadie, quizá porque los sistemas de protección son mayores, quizá porque la gente se las busca en la sumergida, quizá porque dios lo quiere así. Lo cierto es que no hay respuesta ante esa revolución tremenda que al no tener contestación por la parte afectada, los trabajadores, es una involución de consecuencias imprevisibles, pues el ejército de parados puede alcanzar cifras espeluznantes sin que haya seguro social alguno que pueda subsidiarlos.
Junto a la revolución tecnológica más tremenda de las ocurridas, está surgiendo de nuevo una forma de trabajo esclavista, muy parecida a las que describe Pirenne en las ciudades de la edad media. Se trabaja en talleres ocultos o en casa, un señor va con una camioneta deja el material y vuelve a por la cosa fabricada, la entrega al “empresario” y este la vende a precio chino. Ni este trabajador ni este empresario cotizan un duro, se lo guisan y se lo comen, con la diferencia de que el empresario se forra y el trabajador tiene que trabajar 12 horas diarias a 3 euros hora para poder sacar un salario de mierda: 800 euros mensuales y si quiere seguridad social ha de pagarla de ese sueldo como autónomo. De tal modo que esa economía medieval que surge por todos los rincones, propicia que el único impuesto viable sea el IVA, un impuesto injusto dónde los haya pero que es el único que, de no cambiar mucho las cosas, aportará dinero a las arcas públicas, puesto que ni los trabajadores de la sumergida pagarán impuestos directos, ni lo harán sus jefes ni por supuesto quienes tienen los dineros en los paraísos fiscales.
Yo no creo que el sistema de pensiones esté en peligro si las cosas fuesen a evolucionar de un modo racional, dentro de un sistema irracional y brutal, tal como describe Navarro, ya llevan muchos años diciendo que para tal año no se podrían pagar las pensiones por esto o por aquello: Todos las predicciones han ido fallando una tras otra, quienes las pusieron en circulación sabían que eran falsas, pero aún así las lanzaron para empezar a crear el clima en el que crece el miedo. Pero a mi respetadísimo Vicenç se le escapa una cosa: Que los tiburones de las finanzas están aprovechando la mansedumbre ciudadana para amenazar a los Estados con turbulencias financieras que acaben con sus economías en la quiebra: Si no queréis tormentas, darnos las pensiones. Ese es el problema fundamental.
Hoy por hoy, en Estados Unidos los grandes capitalistas disponen de ese monto desde hace décadas y con él juegan a la especulación. Ahora, el mayor botín que tienen en el frente esos malnacidos son las pensiones públicas europeas, es decir, cientos de billones de euros que se llevarían por la cara, que utilizarían para hundir a países enteros y que les harían, más todavía, los dueños del mundo, pues el porcentaje de dinero circulante que manejarían sería tan disparatado que podrían, ya lo hacen, imponer sus leyes sin el menor problema.
El capitalismo global, los dueños del dinero, los bestias que diseñan la estrategia neoconservadora han decidido destruir al Estado y apropiarse de todos los recursos que este maneja, en teoría, para redistribuir la riqueza y aumentar el bienestar de los ciudadanos. Es posible que nos permitan seguir votando cada equis tiempo, pero ya no elegiremos a políticos –ya se están encargando de hacernos ver que los políticos y la política no sirven para nada- sino entre un elenco de malhechores con limusina y enormes cantidades de dinero robado a todos nosotros, los ciudadanos adormecidos del mundo que vivimos.
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